Introducción
“La vida del cuerpo es la vida de las sensaciones y emociones.
El cuerpo siente hambre real, sed real, alegría real con el sol o con la nieve.
Todas las emociones pertenecen al cuerpo y son sólo reconocidas por la mente” D. H Lawrence.
Los poetas han demostrado a través de los siglos que todo lo que es profundamente real pertenece al orden del cuerpo. Por ejemplo, esas inexplicables sensaciones de amor, que a veces se sienten en el estómago, o las expresiones de nuestros ojos, aunque las disimulemos, o esas corrientes de calor que recorren el cuerpo en presencia del que amamos. Estas son corrientes de vida, corrientes energético-emocionales, signos corporales de deseo, de contacto, de encuentro.
Estas nociones, hoy más ampliamente difundidas, fueron una gran innovación para el entendimiento del hombre y del tratamiento psicoterapéutico. Quien da inicio a estas formulaciones es Wilhelm Reich, padre teórico y primer referente de las elaboraciones posteriores hechas por los neo-reichianos, entre los que se destaca David Boadella, creador de la Biosíntesis.
Wilhelm Reich (1897-1957) -segunda generación de psicoanalistas- comienza a diferir con Freud, básicamente por su concepción de la energía sexual. Reich demostró cómo los seres humanos se frustraban porque su expresividad amorosa natural se veía bloqueada corporalmente en un conjunto de “defensas” musculares frente al dolor, que iban formando una organización corporal particular. Estas “corazas” alteraban lo que llamó “potencia orgástica” o capacidad de entrega profunda en el acto de amor con otro ser humano.
Esta capacidad de entrega desinhibida al flujo de la energía biológica, conlleva la descarga completa de la excitación sexual a través de contracciones involuntarias y placenteras en el cuerpo. Reich demostró que la “estasis” sexual no descargada puede producir ansiedad, base energética general de la neurosis.
Reich vio como llegaban a su consultorio pacientes adultos “medio-muertos”, con sus capacidades vitales alteradas. En la medida que se restauraban en sus cuerpos los procesos rítmicos naturales (respiratorios, cardíacos, nerviosos, perceptivos, metabólicos, etc.), estos recuperaban el libre fluir de sus corrientes vegetativas. Estas eran, a su vez, vivenciadas como sensaciones placenteras acompañadas de sentimientos de alegría y relax psicosomáticos.
Reich mostró cómo las tensiones musculares, organizadas en tensiones crónicas, encierran reacciones emocionales poderosas con capacidad para movilizar o paralizar los cuerpos. Una serie de circunstancias que generan un estado emocional de miedo, rabia o tristeza pueden producir un estado de tensión corporal crónico. Esto crea una constitución muscular específica en zonas determinadas del cuerpo, impidiéndole un acercamiento libre al mundo. Con ella la persona enfrentará cualquier situación en la vida.
La memoria de lo vivido queda así grabada en el organismo de todo ser viviente. El cuerpo, contradicho en sus expresiones de amor frustradas desde la niñez, tenderá a la retracción y necesariamente perderá capacidad expresiva y “potencia orgástica”. Sólo liberando la mayor parte de los sentimientos bloqueados dentro de las corazas musculares se podría mantener “el reflejo del orgasmo” frente a situaciones placenteras, inclusive las que experimenta un individuo con su propio cuerpo.
A partir de entonces seguidores directos, reichianos y neo-reichianos, intentaron desarrollar más instrumentos de tratamiento psicoterapéutico. Entre ellos se destaca David Boadella, creador de la Biosíntesis, terapia que busca la armonización emotiva, energética y espiritual de las personas.
LA DIVISIÓN CORAZÓN-PELVIS
¿Cuáles son las situaciones más frecuentes de la alteración energético-emotiva del cuerpo amoroso adulto? ¿De qué nos “hablan” los cuerpos de las mujeres a diferencia del de los hombres? Podríamos decir que al observar los cuerpos (desde el lenguaje preverbal), la división más frecuente se encuentra entre el corazón y la pelvis.
El corazón y toda la caja toráxica (hombros, brazos y manos incluidas) se manifiesta en contradicción o en estricta oposición y antagonismo con ”la coraza pélvica” (zona genital, en parte la anal, hasta las piernas, los pies y su contacto con el suelo). Por ejemplo, hay cuerpos que tiene facilitada la respiración toráxica y no la abdominal, o viceversa, y en la mayoría de los casos el flujo respiratorio casi nunca llega hasta la pelvis, o sea, a producir sensaciones agradables en los órganos genitales. El pecho es demasiado rígido o muy cóncavo, la pelvis está congelada en retracción o desafiante en protracción. Los tejidos son fláccidos en los glúteos o son visiblemente fríos. Las piernas han perdido agilidad y apertura. Y todo ello no es necesariamente producto de la edad. Sólo se agrava con la edad, si los conflictos básicos que se encierran detrás de estas calidades energéticas no han sido trabajadas y/o parcial o totalmente resueltas. Recordemos además, que a los hombres y a las mujeres se los educa en la familia, en la escuela y en otras instituciones, en función de patrones estereotipados que, en alguna medida, quedan alojados en el cuerpo.
Todo lo que no se ha resuelto en el cuerpo se puede reactivar, en alguna medida, con el de nuestra pareja. Toda armonización incompleta dificulta la armonización de a dos, perturbando, en cierto grado, el placer y las sensaciones de fusión y unidad con el cuerpo amoroso del otro.
Diversos trabajos pueden aplicarse individualmente y a nivel de pareja en el curso de un proceso de integración de corazón-pelvis. Sin embargo, todos apuntan principalmente a revivir y descargar las emociones reprimidas, como consecuencia de historias conflictivas que generaron la disociación muscular, dentro de la situación psicoterapéutica.
En general, comenzaríamos a trabajar con el cuerpo y el lenguaje, promoviendo la autoafirmación del cliente en su corazón y la constatación de su “corazón herido”. Lentamente aparecerán sensaciones corporales de descongelamiento de los sentimientos, vividos como sensaciones de “derretimiento”. Al revivir historias congeladas, conjuntamente con el cuerpo y la palabra puede aparecer por ejemplo, un llanto profundo y liberador que suavizará los músculos del tórax y del abdomen hasta retomar su calor. Los brazos buscarán contacto hacia afuera mostrando el anhelo y la nostalgia que antes fueron bloqueados, disminuyendo la posibilidad de encontrar al otro.
Se intentará luego enraizar esas sensaciones vegetativas en la zona pelviana, pies y piernas. Para ello, es posible que los clientes necesiten golpear la pelvis y/o las piernas contra un colchón en la consulta, para liberar montos variables de rabia. Esta se remite a las frustraciones edípicas de la infancia, reforzadas por múltiples experiencias desagradables a lo largo de la vida. Se recurre también a trabajos con la respiración para completar y afianzar la integración. A profundizar y armonizar la inhalación y la exhalación en el pecho y el abdomen se retoman las sensaciones vaginales y pelvianas de un modo más sutil.
Este trabajo de resolución progresiva de las corazas, une a la persona consigo misma y con el otro. Recién cuando vamos terminando nuestro trabajo, lo espiritual se hace carne y lo carnal toma consistencia espiritual. Ahora, la pareja está preparada para unirse en un abrazo más íntimo consigo mismo y con el otro.
Hola gerardo me ha encantado este artículo y lo re-publicado en el blog de biosíntesis.
Un abarzo
maria jose
Hola María José espero que te sea útil el artículo. Si lo publicas pon el nombre de su autora Dra. Liliana Acero de Argentina. Y si quieres publicar el mío sobre Biosíntesis lo mismo.
Es bueno conocerte y estar en contacto, un saludo