The Devil in a Box
Un día utilizaremos las tecnologías más sofisticadas para recuperar el estado de la naturaleza eternamente soñado. Una tecnología en la que el genio sabrá hacerse olvidar, adaptado los alimentos a todos los formatos posibles, predigeridos –nada que el cuerpo no pueda asimilar, nunca más un elemento nocivo-, de buena talla y color, absolutamente delicioso y cien por ciento “de origen”; nada más verdadero y BIO. La tecnología, sin ninguna duda, proveerá nuestras necesidades de autenticidad más imperiosas. Lentamente, nos sustituirá, para darnos el jardín del edén. Bajo el control de las normas, las más estrictas, nos hará caminar al paso de un mundo verde eternamente joven y desprovisto, autogenerado, donde los hombres habitarán amablemente, pero firmemente, llamados a respetarlas sin que por eso se abismen de ninguna manera. Orwell está muy lejos de nosotros. Ninguna necesidad de un ojo sideral para dirigir la cámara y registrar nuestros deseos, nuestras conductas y nuestros sueños. Es suficiente que cada uno de nosotros acepte, la servidumbre voluntaria es nuestro futuro.
Las decisiones políticas como los eventos de la vida íntima podrían a su turno seguir su paso. No más autodestrucción, no más que la calma y la voluptuosidad. En este mundo donde la belleza y la pulcritud reinarán, las pasiones serán justas y lícitas, autorizadas en proporciones razonables, y en toda forma de violencia anestesiada en el huevo –embriones seleccionados desde el origen, a fin de detectar una desviación eventual, genes de maldad, de la envidia, de la celosía, de la estupidez, definitivamente descartados.
La biotecnología está en sus balbuceos. No se trata de diabolizarla. The devil in the box es mucho más astuto que como para dejarse encerrar de cualquier manera. El mundo mejor que nosotros deseamos está al alcance de nuestra mano, la pregunta es: ¿a qué precio firmaremos nosotros ese pacto? El diablo es el mundo pulsional que nos anima, la búsqueda de la vida intensa. Creemos desear alguna cosa, a alguien, somos unos románticos, lloramos, nos llamamos, nos buscamos, nos escatimamos, nos odiamos, nos perdonamos, pero en realidad la trayectoria de la pulsión es una balística precisa. Queremos la vida intensa- es así que podría traducirlo lo más cerca a nuestra lengua. Y el cursor de esta intensidad se decide muy tempranamente, en la temprana infancia. Educados entre gritos y violencia, ya que ella será la matriz de intensidad en la cual a usted le han trasmitido el modo de empleo para la vida. Educados en la música, usted será bañado en una matriz de sonidos, si lo puedo decir así, que tendrá fuertes chances de hacerlo volver sobre sus primeras ligaduras, esas que lo hacen experimentar que usted está vivo.
El diablo se fortalece de toda acción que se le contrapone, de todo pensamiento movilizado para rechazarlo, ponerle trabas, evitarlo. Corrompe eso que entra en contacto con él porque su seducción es infinita. Usted lo ensucia al relegarlo al rango de las calamidades, y resurgirá como el salvador de la humanidad. Lo mismo, pienso, sucederá con la ecología. No es cuestión de no hacer nada, es urgente pensar las condiciones para que sobreviva nuestro planeta, pero sobre todo la miseria que sumerge en el infierno a gran parte de la humanidad, mientras que la otra se da vuelta como si ella no existiera- tachada del registro de los seres vivos recomendables, demasiada culpabilidad, demasiada vergüenza. Indiferencia también. Están demasiado lejos de nosotros. Pero no sirve de nada querer construir un MUNDO MEJOR banalizando toda “polución”. Lo mismo que la psique se nutre de sombras que nosotros rechazamos en los territorios devastados donde no osamos más aventurarnos que en el sueño, lo mismo es comprendiendo lo que en nosotros produce la polución, el deshecho, lo inviable que quizás esos mismos deshechos podrán un día servir al ciclo de la regeneración. Nuestras sombras, nuestros “residuos” tienen, como los espectros y otros fantasmas, la desafortunada manía de insistir para volver sobre lo que expulsamos lejos de nosotros. Ningún placard cerrado con llave, ningún sótano asegurado es suficiente. Barba Azul tiene bellos días por delante.
¿Cómo sobrevivir a lo que durante tanto tiempo estuvo incuestionado? Nosotros estamos allí en las comarcas de lo arcaico, esas que el diablo ama por sobre todo merodear. El diablo es usted: todas las lealtades acumuladas durante tantas generaciones actúan más aún que las convenciones (antes las llamábamos la “clase social”). El diablo nada ama tanto como tomarse el tiempo de vestirse en su casa. De robarle a usted su ropa, y así maquillado, pavonearse en su casa por todos lados donde usted pone en riesgo su espacio. El diablo tiene la inteligencia de no mostrarse más que bajo sus atributos y sonríe, aun si hace espantosos estragos por detrás, justo allí y con aquello que usted en trasparencia, invertido en el espejo, como la escritura de algunos niños de cinco o seis años, aptos para escribir de derecha a izquierda trazando indistintamente sus nombres al derecho o al revés. La inversión en el espejo revela una verdad fugitiva, que no aparece más que en aquel que observa atentamente y se borra luego, para dejar el lugar a quien tiene el derecho –al derecho- de ser visto.
The Devil in a Box
El diablo ama las miradas, es bien sabido. Hace como las hadas en los cuentos, que se vuelven malvadas cuando ellas no son invitadas a las fiestas, se inspira en este rechazo para reforzar su control psíquico. Intente terminar con una adicción por la sola voluntad, diabolice sus ansias, marque a fuego su frenesí y vea lo que le costará en trabajo, en sufrimientos, para que luego esto recomience en cuanto su atención sea desviada. El rechazo no es más que una opción, el compromiso será peor. Hace falta dialogar con los representantes del infierno y como Virgilio orientar la barca que remonta de los infiernos hacia la luz sin cesar de mirar, de entrar en correspondencia con los poderes “de abajo”. La verdadera lógica terapéutica, en este sentido, es la conversión. Entrever que es la misma pulsión que quiere su pérdida y que lo hará vivir. Hay que cambiar el punto de vista, desplazarse radicalmente.
La tecnología que no tiene estados de alma, como todos saben, es la mejor aliada del diablo. Porque ella es eficaz, ante todo. Sepa usted expresar su deseo: ella lo resolverá. Nada está verdaderamente fuera del alcance. Sex toys en profusión, imágenes a granel, sexo imaginario al paso, poderes virtuales y drogas reales, el arsenal es reciclado continuamente, novedades sin cesar disponibles. Usted sale a ver… usted quiere el romanticismo también, los sentimientos, el gran juego. La tecnología le ofrecerá lo natural (la ecología new age), pero también el vals y el tango, Venecia y el amor a primera vista a voluntad. Usará la razón para que usted se ate a lo mejor. Todo esto evidentemente no es tan simple, las repeticiones son patterns, son esquemas –reconducciones término a término de la misma ecuación. Es una equivalencia de relación, como las fracciones. Queremos estar intoxicados de amor, pero no sufrir, queremos la naturaleza, pero sin la intemperie, las inundaciones, los desiertos, queremos amar y desear no cansarnos jamás, queremos la intensidad sin el dolor y la melancolía sin el suicidio. Y, sin embargo, hay una verdad en juego, en todo esto, y termina por reclamar lo suyo y a menudo con su brutalidad acostumbrada.
El mundo tiene por representación nuestros delirios y nuestros sueños de pureza, de simplicidad y de comprensión mutua. Nada es más artificial, más difícil de construir. El origen que convocamos en nuestros jardines de hadas y en nuestros espacios verdes protegidos de toda contaminación industrial se parece a esos ghettos de ricos que proliferan al oeste de nuestras capitales, con guardianes celosos, perros malos y con un césped impecable. Vivimos felices entre nosotros, jamás molestados, o un poco, el rumor lejano de un mundo que apenas llega hasta las puertas de estas moradas deseables. La ecología bien podría terminar así, si no tenemos cuidado, entre dos torres de vigilancia y por detrás alambres de púa, con los índices de protección y horizontes serenos donde una pureza sin igual no admitiría ningún gen extraño, ni siquiera un híbrido, ni siquiera lo que lleva el viento. No se confundan, no vean una defensa de lo transgénico que empobrece la tierra y la vuelve estéril, implicando así una economía de la dependencia que me da horror, pero me da mucho más miedo todo esto que avanza enmascarado bajo la cubierta de pureza, de origen y de “trazabilidad”.
Podría ser así también el campo psíquico ¿Y cuándo se analiza lo “ecológico”? Querríamos terapias breves y poco caras, sin efectos secundarios y garantizando la felicidad de golpe. Esta vez lo que sería certificado de origen (su pasado), una vez embalado en un paquete aceptable para usted, será recodificado en su presente bajo la forma de aptitud acelerada hacia la felicidad (en fin), hacia la vida calma y amical, y hacia la eficacia (no olvidar eso que le debemos al cuerpo social): la eficacia halla su importancia… ¡es loco que la depresión nos hace perder en dinero colectivamente! Las sesiones cortas entonces, las historias bien balanceadas. El coaching rápidamente lleva la delantera en un empleo de tiempos complicados, nada que moleste mucho y sobre todo muy pocos efectos indeseables, todo esto da un resultado insignificante que proveerá solamente la indigencia de la psi o la indiferencia del paciente. O las dos. Los medicamentos que ayudan a hacer pasar de todo, y la depresión no será más que un mal momento, pasado con rapidez, pronto olvidado. La anestesia se volverá un género adoptado. Mejor vivir poco que vivir mal, y no volver a sentir nada que sufrir. En este precio un mundo mejor le es a usted prometido. Usted puede exigirlo. Y ser reembolsado si a usted no le viene con el tiempo indicado.
El mundo mejor estará al alcance de la mano. Aprovechémoslo.
Anne Dufourmantelle (1964-2017)
“En caso de amor. Psicopatología de la vida amorosa”
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