En cierta forma, las relaciones son como las casas. Tienen muchas habitaciones y desde cada habitación se ve el mundo de una forma única. Algunas habitaciones tienen ventanas gigantescas para mirar un mundo de inmensas posibilidades. Cuando vivimos la danza de las relaciones en estas habitaciones, la vida parece llena de promesas y potenciales ilimitados. El amor (romántico y de otras clases) puede prosperar en estas habitaciones.
Pero algunas de las habitaciones de la casa dan a paredes de ladrillo. Algunas son tan oscuras que no hay ni un atisbo de posibilidad de iluminación o autoconciencia. Son los espacios difíciles en los que a veces (o tal vez a menudo) nos encontramos en las relaciones.
En tanto estos espacios incómodos de la casa de las relaciones son por lo menos un desafío y merecen mucha atención, en el breve espacio de este artículo me gustaría limitar mi exposición al baño – en realidad al inodoro – y ser tan específico como pueda, con respecto a qué hacer cuando la maldita cosa rebalsa.
Ya sé que algunos piensan que una Relación Sagrada está hecha de maravillosos peluches tibios y arco iris de felicidad. Pero a veces, cuando menos lo esperamos, el inodoro deja de funcionar y la mierda cae en el ventilador – por así decirlo.
Mientras escribo esto, recuerdo un incidente que sucedió hace más de 15 años atrás en un taller de crecimiento personal que yo conducía con un amigo y especialista en rolfing. Era un taller psicológico orientado al cuerpo y había una docena de personas que se habían reunido en la casa de mi amigo. En la primera hora estuvo claro que había mucha mierda psicológica que sacar, si me entienden lo que digo.
Fue en ese momento que los inodoros de la casa dejaron de funcionar – no es chiste. Los malditos no soltaban agua. Para un taller de dos días, no teníamos baños funcionando – una sincronicidad irritante y abrumadora, o una coincidencia si quieren ser más racionales al respecto. De todos modos, el último día del taller, a la última hora, escuchamos sonidos raros desde todos los baños y de repente los inodoros empezaron a eructar. Uno de los participantes fue en puntas de pie al baño más cercano y de repente, sin razón aparente, la cosa empezó a hacer correr agua! Bueno, yo he visto algunas sincronicidades/coincidencias muy extrañas en mis veintitrés años de trabajo como psicoterapeuta, pero ésta creo que entró entre los primeros veinte del ranking.
Si considero esta rareza de los inodoros desde una perspectiva simbólica, realmente nos estábamos aferrando a nuestra mierda. Y sólo cuando la soltamos, psicológicamente hablando, por supuesto, se liberaron los inodoros.
En la Casa de las Relaciones lo que sucede con los inodoros es que a veces rebalsan. Y quienes sostienen relaciones pueden haber notado que estos tipos de inodoro a menudo rebalsan en los momentos más inconvenientes y menos apropiados socialmente.
Podría seguir y seguir hablando de esta metáfora porque me encantan los pasadizos laberínticos que las metáforas abren en nuestras mentes. Pero en honor a la brevedad, me voy al grano. Lo que generalmente se rebalsa en los inodoros (de las relaciones) es, ni más ni menos, el resentimiento a la moda antigua – síp, resentimiento.
Amor, ¿porqué me estás jodiendo?
Casi cualquiera que haya sostenido una relación suficiente tiempo, ha experimentado resentimiento de vez en cuando. Viene incluido en el territorio de las interacciones interpersonales.
A veces nuestros resentimientos son pequeños, como cuando nuestro amigo o compañero se come el último bocado de nuestro postre. Recuerdo un incidente en una mesa cercana de un restaurante hace poco.
El mozo anotaba las órdenes para los postres, y la mujer dijo: “Para mí nada; yo pruebo un bocado del postre de él.”
“Ni los sueñes”, oí que retrucaba su compañero. “Siempre dices que vas a probar un bocado y terminas comiendo más postre que yo!” Y sí, los resentimientos alimenticios ocurren. Pero en general nuestros resentimientos se centran en cosas más significativas – como prometer hacer algo y no cumplirlo, o cuando lastimamos los sentimientos del otro.
Estos tipos de resentimientos, y el resentimiento en general, tienen una vida que yo llamo de encono en el estante. Lo que quiero decir es que un resentimiento no reconocido puede pasar a la clandestinidad, donde se lo pone en un estante – como en la alacena de una tía mía donde ella guardaba frascos con verduras y frutas de su jardín. Quedaban ahí hasta que a ella le parecía, y entonces ¡voila! sacaba un frasco de frutillas en medio del invierno y las mandaba a la mesa.
El resentimiento a veces hace eso. Es un rasgo raro de la naturaleza humana, que cuando alguien nos entristece o nos hace mal, a veces lo mostramos y a veces no. Cuando no le expresamos a nuestro compañero nuestros sentimientos auténticos en el momento, sobre todo cuando son de la variedad resentida, tienden a quedarse guardados, hablando psicológicamente. Y cuando menos uno lo espera, nuestro compañero puede tomarlo de su estante oscuro y presentarlo en la mesa, justo frente a uno. Rebalsó el inodoro.
Esta clase de resentimientos cotidianos puede ser difícil de manejar en una relación, pero hay otro tipo de resentimiento que es mucho más insidioso y, en cierto modo, mucho más difícil de manejar – porque vive en nuestro inconsciente. Volviendo a la metáfora de la casa, este resentimiento se va pudriendo en el sótano, lejos de las otras habitaciones. La mayor parte del tiempo ni sabemos que está allí. Es recién cuando rebalsa, mal recibido y no anunciado, entrando en nuestra habitación o dormitorio, que nos enteramos de que existe, y que además está ofendido.
¡Y qué es este resentimiento del que hablo? Es el que nace cuando nuestro compañero no está a la altura de nuestra imagen de él, o de lo que queremos que él sea. Para explicar esta bestiecita, vamos a tener que dar un paseo por nuestro propio sótano – nuestra mente inconciente.
Eso es peligroso, porque cuanto más baja uno las escaleras, tiende a tener sueño y olvidar para qué vino hasta allí abajo. Así que antes de descender a nuestro propio pozo, creo que estaría bueno hablar un poco del tema.
El Andrógino Interno
Aunque les pueda parecer raro a algunos, cada uno de nosotros es dos – al menos en términos psicológicos. Aquí no estoy hablando de lo que algunos llaman sub-personalidades, que son aspectos de nuestra personalidad que a veces pueden tener una vida propia. Virtualmente cualquiera que haya hecho algún tipo de investigación interna probablemente descubrió la extraña verdad de que hay más de uno dentro de sí. Tenemos una pluralidad de yoes, algunos opuestos a otros.
Digamos que decidiste dejar de fumar. Tan pronto estableces una tensión psicológica como ésta, es como si tuvieras dos yoes. Uno quiere que dejes y el otro quiere que sigas. Si tienes una imaginación vívida, el que quiere que dejes puede parecerte un ángel, mientras el otro te parece ya sabes qué.
En tanto las sub-personalidades son un tema fascinante y de importancia cuando se intenta una auto-transformación, la bestiecita de la que hablo vive en un nivel más profundo de la psiquis. Para ir al encuentro de ésta y éste, tendremos que bajar al lugar más oscuro del sótano (oscuro, en este caso, significa profundamente inconciente). Fíjense que dije “ésta y éste,” no ésta o éste. Eso es porque la bestiecita es ambas cosas.
En un nivel psicológico y arquetípico profundo, cada uno de nosotros es una díada inusual. Carl Jung, el psiquiatra, se refirió a esta díada como ánima y ánimus. Ánima es nuestro yo femenino, en tanto ánimus es nuestro yo masculino. Estos dos no están relacionados con el género biológico, sino que más bien son aspectos psico-espirituales de la consciencia. Por tanto, todos los hombres tienen un masculino y un femenino interno, y todas las mujeres tienen ambos aspectos, femenino y masculino igualmente.
Estas formas potentes, ánima y ánimus, generalmente nacen de una combinación de nuestra esencia espiritual innata y nuestras relaciones primarias, esto es, nuestros padres y nuestras madres. En algunos casos una figura significativa o poderosa distinta de los padres puede ser internalizada también, como una abuela o abuelo fuerte, o alguna otra persona cercana al niño.
En el turbio caldero que es la psicología humana, es inevitable que ciertos tipos de hombre representen aspectos de nuestro propio macho introyectado, en tanto ciertos tipos de mujer representan aspectos de nuestra propia hembra introyectada. Esto es porque el macho o la hembra externa expresan cualidades o actitudes que encajan o resuenan con nuestro ánimus o ánima interna.
La cosa misteriosa de todo esto es que la persona en el mundo exterior probablemente no tiene ni idea de que está activando el ánima o ánimus del otro individuo. Pero para la persona cuya ánima o ánimus ha sido activada por la presencia de un hombre o una mujer, ese hombre o esa mujer tendrá una cualidad magnética que será de atracción o repulsión. Y esta atracción o repulsión tiene poco que ver con la persona real, pero mucho que ver con las fuerzas psicológicas internas de su propia ánima o ánimus.
Voy a ser un poco más específico esperando que el concepto tenga más sentido.
Bob (nombre ficticio) vino a verme porque estaba teniendo problemas con su esposa. Era su tercer matrimonio, y al explorar su territorio psicológico, era claro que el mismo problema había surgido en sus matrimonios anteriores también. Con sus tres esposas, al principio se había sentido atraído por su belleza física, y todas eran rubias. Pero a medida que transcurrían los matrimonios se sentía presionado, criticado y subestimado. Aparecieron golfos emocionales y él y sus esposas inevitablemente se terminaban apartando. Esto era, por supuesto, la versión de Bob.
Karen, su mujer en ese momento (también nombre ficticio) sentía que cada vez que ella mencionaba algo negativo en la conducta de Bob – como dejar la ropa sucia tirada por todas partes – él se ponía como loco. A ella le parecía que su pedido era razonable. Pero para Bob era inflamatorio, crítico y cuestionaba su misma hombría.
Según se descubrió, la mamá de Bob era rubia (como Karen y sus antecesoras). Su madre era también físicamente hermosa, y de hecho había sido reina de belleza. Pero en su relación había un elemento tóxico. Ela odiaba a los hombres y manifestaba su disgusto por los hombres en general y por el padre de Bob en particular. Esto ponía a Bob en lo que se llama un doble compromiso. En otras palabras, estaba jodido. Era un muchacho, lo que significaba que algún día sería hombre y recibiría la ira de su madre. Pero no tenía que esperar a ser hombre para transformarse en el blanco de su madre. Ella lo criticaba constantemente y lo disminuía por las cosas más pequeñas. El resultado neto es que él internalizó las críticas maternas. Su ánima, que por naturaleza hubiera sido la fuente de intuición e interconexión, estaba envenenada. Ella (el ánima de Bob) llevaba el veneno de su madre. Como Bob no se había dado cuenta de esto, no se había tomado la tarea psico-espiritual de transformar su propia negatividad femenina interna; en vez de eso, la había proyectado hacia afuera.
Cuando Bob iniciaba una relación con una mujer, era con la esperanza inconsciente de que ésta, esta hermosa diosa de la que se había enamorado, lo redimiría. Ella no sería la madre tóxica con la que había crecido. Ella sería la hembra amorosa que lo abrazaría como él había anhelado. Por desgracia, su agenda psicológica rara vez hacía juego con la realidad. La hembra amorosa eventualmente, en la mente de él, se volvía una harpía criticona. En la realidad, Bob actuaba como un idiota y no se hacía responsable de las conductas que ocasionaban las críticas de sus esposas. La amarga ironía es que ellas no estaban cuestionando la hombría de Bob ni criticando su ser. Simplemente querían que levantara su maldita ropa sucia!
Este es un pequeño ejemplo de cómo un ánima o ánimus no asumido puede causar una catástrofe en las relaciones. Los mismos principios se aplican, por cierto, a las mujeres en sus relaciones con los hombres. Si la relación padre/hija estuvo desequilibrada, una mujer pueden encontrarse proyectando el arquetipo del hombre perfecto: digamos el Caballero de Brillante Armadura, o el Hombre-Dios que Todo lo Sabe, o alguna otra clase de pavada igualmente ridícula, sobre el hombre real con quien se relaciona. Y si el padre la criticaba, ella se va a sentir subestimada y criticada por su compañero. En casos extremos sentirá que no tiene derechos – que lo que el hombre quiere y necesita es la cosa más importante, eclipsando sus propias necesidades – una creencia que es desdichadamente sostenida como verdadera por una gran parte de la humanidad hasta hoy día. Una mujer que ha sido psicológicamente envenenada por su padre, o en algunos casos por su madre, debe transformar esta negatividad antes de poder ingresar en su propio sentido de poder personal.
Igual que en las relaciones heterosexuales, los temas no resueltos con el propio padre o madre pueden afectar las relaciones con el mismo sexo. La dinámica es muy similar ya que, como dije antes, nuestra ánima y ánimus no están relacionados con el sexo biológico, sino con aspectos universales de la consciencia humana. Las proyecciones psicológicas por lo tanto no están confinadas a las relaciones sexuales tampoco. Las relaciones con el mismo sexo pueden ser víctimas de la misma dinámica.
Hasta en algunos casos he conocido individuos que pensaban que eran gays y descubrieron que en realidad estaban proyectando su ánima o ánimus no asumido sobre su compañero del mismo sexo. Por ejemplo: un hombre puede interpretar mal su atracción por otros hombres. Ésta puede no ser sexual en absoluto, sino más bien psicológica. Podría estar proyectando su ánimus no asumido, o podría estar intentando llenar el vacío emocional creado por un padre que no estuvo presente para él. Lo mismo puede pasar con las mujeres. Quiero aclarar que no estoy diciendo que todas las relaciones homosexuales sean resultado de este tipo de proyección psicológica, sino que algunas lo son.
En la obra de Jung, una de las tareas primarias es llevar la propia ánima o ánimus a un estado de igualdad como para que las capacidades inherentes a ambos se puedan usar para vivir una vida psicológica equilibrada.
Ustedes podrían preguntar, entonces, qué tiene que ver todo esto con las relaciones personales. Mucho, realmente. ¿Qué es lo que nos atrae de alguien? Aun cuando los gustos personales y las personalidades juegan sin duda un papel, también tienen peso las fuerzas invisibles del ánima y del ánimus.
Un hombre puede sentirse atraído por una mujer con alguna cualidad particular porque está proyectando esa cualidad desde su propia ánima sobre alguien exterior a sí mismo. Esto a menudo pasa porque es incapaz de ver su propio lado femenino, y por eso lo busca afuera para completarse a sí mismo, según el dicho, estando en presencia de una mujer que tenga esas cualidades.
También podría estar intentando llenar un hueco psicológico propio debido a una relación negativa y dependiente con respecto a su madre (o a una figura femenina central de su infancia). En tal caso, podría inconscientemente obtener inspiración y fuerza de vida de las mujeres con quienes se relaciona porque, sin ellas, cree él, no puede sobrevivir psicológicamente. Este tipo de relaciones son inherentemente agotadoras para la compañera sobre quien se está proyectando y también inherentemente frustrantes para ambos, ya que estos tipos de agujeros psicológicos no pueden ser llenados por el otro. Es una tarea hercúlea e imposible.
A veces aparece una dinámica similar en mujeres atraídas por hombres. Una mujer puede fácilmente proyectar su propio ánimus sobre una figura masculina y desear relacionarse con él. Por desgracia, si la proyección es suficientemente fuerte, ella puede enamorarse de su propia proyección y no ver el carácter del hombre real. Algunas mujeres se involucran con parejas inadecuadas porque “ven” el potencial de la persona deseada para su relación, en tanto descartan convenientemente las señales de peligro de la conducta real del compañero. Creo que es vital para esas personas comprender claramente que uno no puede tener una relación real y satisfactoria con un potencial. Las mujeres que se enamoran de las proyecciones de su propio ánimus pueden descubrir que su hombres se vuelven como fantasmas – enigmáticos y tal vez atractivos, pero no tienen sustancia real.
Tanto desde la perspectiva Junguiana como desde la alquímica, una de las tareas más difíciles y cruciales es frenar el proceso de la proyección psicológica y asumir responsabilidad personal por su propia ánima y ánimus, lo que nos regresa a la Casa de las Relaciones. A veces vemos a nuestra pareja con tanta claridad que nos quita el aliento. Otras veces, sin embargo, apenas vemos a nuestra pareja a causa de la niebla hipnótica de nuestras propias proyecciones.
Este tipo de niebla suele instalarse cuando estamos psicológicamente desesperados, asustados o amenazados. Si alguna acción de nuestra pareja se parece de algún modo a acciones o actitudes que nos recuerdan las relaciones de nuestra infancia, habrá suelo fértil para que surja la proyección psicológica.
Lo que dispara todo este enredo es el shock de una mala junta entre los efectos hipnóticos de nuestras proyecciones y la realidad del momento. Volvamos la atención por un minuto hacia Bob y Karen.
Cuando Karen le pedía a Bob que recogiera su ropa sucia, ella estaba haciendo un pedido que era muy simple y razonable a su entender. Pero para la mente de Bob, el escenario era muy diferente. Cuando él le pidió a Karen que se casara con él, no fue a Karen que se lo estaba pidiendo. Fue a la diosa todo-amor que él proyectaba sobre ella. La verdadera Karen estaba perdida en el neblinoso, romántico e ilusorio mundo de la proyección de Bob. Para no quitarle todo mérito a Bob, creo que él sí veía aspectos de Karen, la persona real, honesta y buena, y los valoraba. Pero eso llevaba mucha proyección mezclada. Y así la escena estaba dispuesta para el tercer acto de su tragedia.
¿Se dan cuenta? En el curso de un día de la vida real y cotidiana, Karen sólo señalaba la necesidad de que Bob fuera un poco más prolijo. Pero él internalizaba los comentarios de Karen como críticas y degradaciones. En esos momentos, cuando se ponía “loco”, según palabras de Karen, ya no estaba viendo a su esposa – estaba viendo a su madre. En otras palabras, el veneno que la madre había inyectado en su ser cuando niño contaminaba su relación con Karen.
El ánima de Bob estaba perturbada y si no extirpaba esta madre tóxica, nada lo liberaría a él, ni a su ánima, ni a su mujer de esta esclavitud.
Como parte de la terapia, empezamos a trabajar con su ánima y ánimus a través de una forma de imaginería transformacional profunda llamada Psicosíntesis.
Este tipo de trabajo es muy eficaz para tratar fuerzas psicológicas conflictivas a través del uso de imágenes internas y luz espiritual.
Pero mientras esto se dirigía a su mundo interno, Bob necesitaba enfrentar su realidad externa también – esto es, la dinámica de su relación con Karen. En primer lugar, tenía que empezar a recoger su desparramo en la casa. Esto era simplemente cuestión básica en una relación, y a mí me asombraba que Bob pudiera ser tan inteligente para algunas cosas y tan estúpido en otras. Pero eso suele suceder en lo tocante a nuestros propios líos emocionales.
Y ya que tocamos este tema, he de mencionar que a Bob le demandó trabajar tanto en su mundo interno de pensamiento y sentimiento, como en su mundo externo – su conducta – para resolver los problemas entre él y su esposa. Aclaración: si quieres verdaderamente transformarte a tí mismo, deberás trabajar tanto en lo interno como en lo externo. No puedes sólo pensar en el problema, tienes que hacer algo real al respecto.
Bob y Karen aprendieron nuevas estrategias para comunicarse uno con otro sin culpar y sin desbarrancarse hacia conductas irracionales. Esta parte de la sanación fue tediosa, por así decirlo, pero se hizo más fácil al repasar los principios básicos de las relaciones interpersonales.
No es intención de este artículo repasar esos fundamentos, pero si estás luchando con tu pareja con respecto a comunicación, podrían echar una mirada al libro de Harvel Hendrick “Getting the Love You Want” (Obtener el Amor que Quieres). Este libro es básico, y su simplicidad puede hacer que no lo tomes muy en cuenta. Pero siempre digo que es bueno a veces ir a repasar lo básico – especialmente si nunca lo aprendiste.
La triste verdad es que una mayoría de personas carece de estas habilidades básicas, y sin ellas las relaciones tienen poca esperanza de evolucionar hacia lo que podrían ser – una fuente de nutrición mental, emocional y espiritual. En vez de eso, la mayoría de las relaciones parece deteriorarse eventualmente hacia una telenovela de la tarde en TV. Muchas relaciones podrían salvarse, creo, de ese destino, con un poco de entendimiento básico sobre cómo hablar con el otro y cómo escucharlo.
La Cocina de la Esperanza y la Desesperación
En algún lugar de la Casa de las Relaciones está la cocina. Aquí es, por supuesto, donde preparamos lo que nos nutre. Conozco a un psiquiatra de Nueva York que tenía una cocina en su consultorio. Después de una sesión de terapia, llevaba a su paciente a la cocina y le convidaba un poco de sopa que él mismo había preparado, de una receta secreta que había perfeccionado a lo largo de años. Creía firmemente que su psicoterapia era más eficaz porque sus pacientes recibían una nutrición física que había sido preparada con amor y a conciencia.
En la cocina de las Relaciones los ingredientes con que hacemos nuestra sopa son el cómo nos hablamos uno a otro, cómo nos tocamos, y cómo hacemos los miles de pequeñas cosas por el otro – o en contra del otro.
Compartimos esta sopa cada día que pasamos con otra persona. Y las emociones y formas de pensamiento que experimentamos uno con otro se metabolizan como parte de nuestra fisicalidad tal como los nutrientes de la comida que comemos. La tonalidad emocional de nuestras relaciones puede elevarnos, mantenernos atascados en lo mismo de siempre, o tirarnos abajo. Así nuestra manera de ver la vida y a nosotros mismos se ve directamente afectada por la esperanza o la desesperación que diariamente comemos emocionalmente.
Hombre Versus Mujer
Hace unos meses ví una calcomanía en un paragolpes.
Decía : Las Mujeres son de Venus, los Hombres son Idiotas.
Imagino que la dueña de la camioneta azul había terminado de una vez por todas con sus compañeros masculinos. En verdad, las relaciones hombre-mujer pueden ser un gran desafío, aunque no sea más que por pura biología. Nuestros cerebros trabajan en forma diferente y nuestras hormonas son diferentes – todo lo cual significa que vemos y experimentamos el mundo en forma radicalmente distinta.
La etnobióloga Terrence McKenna, ya desaparecida, dijo una vez que la testosterona (hormona dominante en los hombres) realmente tiene sólo tres preguntas. Cuando un hombre conoce a alguien, su biología más profunda pregunta: ¿Lo puedo coger? Si no lo puedo coger, ¿lo puedo comer? Y si no lo puedo comer, ¿lo puedo matar?
Se entiende que esto es una super simplificación, porque no todos los hombres encajan en esta descripción, pero tiene algo que recuerda a la conducta masculina. Para colmos, muchos hombres parecen tener un profundo deseo de inseminar a tantas hembras como les sea posible. Esto va en violento contraste con lo que generalmente desean las hembras, un macho único con quien anidar. Y todo esto, al menos según los biólogos, data de nuestras raíces evolutivas.
Yo creo que algo esencial para los hombres y mujeres que sostienen relaciones es entender que de veras experimentan el mundo en forma distinta. Y muchas de estas diferencias tienen origen en su biología peculiar – en el aparato, por así decir.
Ahora bien, algunas de las diferencias entre hombres y mujeres son algo difusas cuando se trata del tema naturaleza versus nutrición – cuánto de nuestra diferencia se debe a la biología y cuánto a la forma en que nos socializan. Todavía no se alcanzó un veredicto, pero los psicólogos de niños han hecho algunas observaciones interesantes.
A un grupo de nenas y nenes de menos de dos años, que no hablaban aún y se presume que tenían poca socialización, los dejaron frente a un televisor a ver dibujitos. Por alguna razón que no era conocida para los niños, los dibujitos desaparecieron y la pantalla quedó vacía. Las nenas gatearon hasta el televisor y trataron de hacerlo funcionar, pero al fallar en sus esfuerzos casi todas se ponían a llorar.
Cuando los nenes se acercaban al televisor y no lo podían hacer funcionar, se ponían a pegarle y patearlo. Parecería que hay alguna diferencia inherente entre los sexos cuando se trata de manejar frustraciones.
También hay diferencias fundamentales en la forma en que nuestros cerebros manejan la información. Algunos neurólogos han estimado que una mujer promedio (vaya a saber qué será eso) tiene 23% más conexiones en el corpus callosum que el hombre promedio (de nuevo, se ignora qué es eso). Lo que nos quieren decir es que las mujeres tienden a tener más canales de comunicación abiertos entre los dos hemisferios cerebrales. Un efecto de esto es que tienen mayor capacidad que los hombres (en general) para comunicar sus sentimientos a través del lenguaje.
Sin embargo creo que algunas de las diferencias entre hombres y mujeres son el resultado de la socialización. Recuerdo una tarde de verano hace años cuando mi hijo menor, que tenía entonces siete años, había venido conmigo en canoa. Al volver al muelle y bajar, se cayó y se golpeó la pierna contra la reja con un fuerte ruido. Se tomó la pierna e hizo un gesto de dolor. Se le cayeron unas pocas lágrimas de los ojos por la intensidad del dolor, pero no dijo una palabra. Verlo me sacudió. Aunque yo nunca le había dado un mensaje de que los chicos grandes no lloran, por lo visto de algún lado lo había recibido.
Hay unas pocas leyes masculinas que están implícitas entre hombres. No llorar y no mostrar vulnerabilidad son por cierto dos de las más importantes. Pero esta renuencia innata (o a veces incapacidad) de los hombres de mostrar sus sentimientos y su vulnerabilidad es problemática en las relaciones entre hombres y mujeres. Por un lado, las mujeres – y esto es una generalización amplia – tienden más hacia la interconexión en su relación. Compartir los sentimientos y la vulnerabilidad emocional que a veces traen, es un marcador importante para validar la relación. Los hombres, por el otro lado, tienden más hacia la autonomía, y pueden sentir que la vulnerabilidad emocional es amenazante – según haya sido la experiencia de vida de ese hombres en tales cuestiones.
Es una súper-simplificación decir que los hombres confían más en el pensamiento que en el sentimiento, en tanto las mujeres confían más en el sentimiento que en el pensamiento. Pero algo de verdad hay en ello – lo que no estoy seguro es cuánta. Como psicoterapeuta, diré que ha sido muy común que mis pacientes femeninas se quejen de que sus parejas están siempre en lo mental y que se niegan a sentir o no pueden hacerlo. Esta falta de acceso al sentimiento, en general presentaba problemas en la relación.
Por otro lado, he conocido muchas mujeres que tenían el mismo problema, que eran incapaces de sentir, y vivían sus vidas emocionales en lo mental. Estas mujeres, aunque biológicamente femeninas, demostraban claramente rasgos masculinos sesgados desde la cultura. Por eso pienso que esto de pensamiento versus sentimiento tal vez no esté tan arraigado en el género como suponen muchos.
Creo que esto señala uno de los muchos desafíos en el área de la conducta basada en el género, especialmente que nuestros filtros culturales juegan su papel. Esperamos que los hombres se comporten de cierto modo y las mujeres de otro. En tanto esto a veces es así, a menudo no lo es. Confinar a alguien a estereotipos sexuales estrictos es esencialmente un tipo de prisión mental y social. En la realidad, algunos hombres actúan como mujeres (desde nuestra perspectiva socialmente sesgada) en tanto algunas mujeres actúan como hombres .Esto podría resultar de muchos factores, entre ellos, de su ánimus y ánima personales, como ya lo dijimos antes. Cualesquiera sean las razones, cuando una persona en un relación interpreta el mundo solamente a través del pensamiento y la otra lo hace solamente a través del sentimiento, se establece un terreno fértil para los problemas en la relación.
Los hombres en general tienen problema en sus relaciones con las mujeres por varias causas. En principio, como ya dijimos, tienden a evitar la vulnerabilidad emocional y por tanto no disfrutan de hablar de sus sentimientos. Esto es problemático para la mujer, porque ella, en general, usa los sentimientos como un barómetro para saber dónde está su relación.
Otro desafío en las relaciones hombre-mujer es que los hombres tienden a buscar soluciones cuando aparecen los problemas emocionales. Lo he visto una y otra vez en las parejas que vienen a terapia. Cuando la mujer trata de compartir algún material emocional difícil, invariablemente el hombre entra en pánico.
Los hombres tienden a ser autónomos y orientados hacia la acción. Cuando sus parejas están desesperadas, ellos quieren hacer algo para arreglarlo. Pero a veces, tal vez muy a menudo, cuando la mujer está compartiendo sus sentimientos no quiere que su pareja haga algo para arreglarlo. Lo que quiere es que la escuche, que la comprenda, y que sus sentimientos se validen en lugar de descartarse.
Negación y Orgullo
Casi nadie quiere admitir que hizo algo mal. Cuando a uno lo descubren haciendo algo que uno sabe que no debería hacer, suele mentir.
Recuerdo un incidente hace varios años, con mi suegra anterior. Ella era diabética y no debía comer golosinas, hábito que nunca pudo dejar. Una tarde, esperando un taxi, noté que hábilmente deslizaba algo desde la cartera hasta la boca. El marido la enfrentó diciendo “¿Otra vez estás comiendo dulces?”
“¡No!” dijo ella, con la voz distorsionada por el tamaño del bombón que tenía en la boca. Él tomó la cartera y la abrió, descubriendo una colección que hubiera hecho feliz a un niño en noche de Halloween.
Muchos, y me incluyo, funcionamos con lo que llamo el factor Merlín. No me refiero al Merlín famoso como mago, sino a nuestro perro de la casa. Merlín era un canino de razas mezcladas, parte San Bernardo, parte Gran Danés, parte sabueso y parte mastín. En su mejor época, Merlín pesaba cerca de 80 kilos y medía un poco más de dos metros del hocico a la cola.
Si uno lo dejaba, trataba de acomodarse en el regazo. También le gustaba mirar TV con la familia en la sala. No exagero: se sentaba en el sofá con las patas delanteras apoyadas en el piso. Así de grande era Merlín.
Pero su posición favorita era desparramarse en el sofá, a nuestro lado, detrás de nosotros y por encima de nosotros, cosa que desalentábamos, porque, bueno, era en parte sabueso y el olor de su cuerpo podía ser abrumador. Especialmente después de revolcarse en bosta de ciervo, cosa que adoraba hacer en los bosques que rodeaban la casa.
Esto era un ritual que teníamos que soportar varias veces por semana. Es lo que me hizo pensar que tal vez la psicología de la negación tenga raíces caninas. Verán: Merlín pensaba que si él no nos podía ver, entonces nosotros no podíamos verlo a él. De modo que desarrolló el método de escabullirse hacia el sofá, a lugares que sabía que no debía ir. Se trepaba al sofá hacia atrás; sí, iba hacia atrás. Y miraba para otro lado mientras lo hacía, como si ese truco lo hiciera invisible. Invariablemente, uno de los miembros de la familia decía “MERRRLIN” en el tono reprobatorio que los perros casi siempre entienden. Él nos miraba con cara de incredulidad – ¿cómo me vieron?
Creo que la negación en los humanos es así. Si simulamos no notar algo, tal vez los que nos rodean tampoco lo noten. Aunque esto pueda ser cómico a veces, en una relación es un verdadero problema, sobre todo en una Relación Sagrada.
En algunas relaciones la negación funciona. De hecho, sin ella algunas relaciones se harían pedazos. Pero una Relación Sagrada se construye sobre un cimiento de confianza mutua y verdad. Si no hay honestidad entre los dos, la Relación Sagrada no puede existir. De modo que la negación es una especie de toque a funeral para esta clase de relación.
Ser claro y honesto con respecto a todo, cada uno con el otro, puede requerir humildad. También puede ser bastante molesto, les confieso. Que nuestro compañero o uno mismo sea confrontado con una actitud o conducta que no sirve a la relación, es encontrarse cara a cara con el propio carácter – o más precisamente con los propios defectos de carácter.
Nunca olvidaré un comentario de una amiga que ya estaba en los ochenta años. “Todos tenemos defectos fatales; lo importante es qué hacemos con ellos. Eso es lo que cuenta.”
Una Relación Sagrada requiere una honestidad y una impecabilidad que pueden poner rápidamente al descubierto nuestras fallas ocultas y defectos. En tanto este tipo de auto-conocimiento es difícil de manejar, sin él no puede haber crecimiento psicológico y espiritual auténtico – al menos es mi opinión.
Para muchos de nosotros el problema es que ver nuestros defectos y fallas puede ser tan desalentador que simulamos que no existen y, si nos fuerzan a verlos, recurrimos al orgullo.
No estoy hablando del tipo de orgullo que tiene que ver con la autoestima positiva. Hablo del orgullo que esquiva los problemas. Cuando no hay más remedio que afrontar la conciencia de las propias fallas, a menudo el orgullo ayuda a zafar. Tal vez la palabra arrogancia sería mejor, aunque ambos vocablos pueden intercambiarse según el diccionario de mi computadora. La arrogancia aleja a la otra persona; crea una separación inmediata, y ante esa actitud los demás suelen darse por vencidos e irse.
Personalmente, encontré que me sirve ponerle apodos a mis diversas personalidades arrogantes. Uno de ellos es Charles Thomas. Esos eran los nombres de mi padre y mi propio ánimus (aspecto masculino internalizado) lamentablemente tiene algunas cualidades negativas, como la terquedad, por ejemplo. También tengo otro aspecto que es el del avestruz. Ya sabrán que los avestruces muestran una conducta peculiar ante una amenaza o un peligro. ¡Meten la cabeza en un hoyo en el suelo! Esta debe ser su versión de Merlín, el perro de mi familia, del que antes les conté.
En todo caso, dar apodos a estos aspectos de nuestra psicología ayuda a desactivar algo de la carga emocional. Pruébenlo. La próxima vez que uno de estos desagradables y mañosos yoes surjan de sus submundos psicológicos, escandalícenlos poniéndoles un apodo.
Ofrezco esta pequeña sugerencia porque cualquiera que intente una Relación Sagrada necesita conservar su humor. Necesitamos todos los recursos que podamos reunir. Y cuando surge un aspecto de uno mismo que no sólo es mañoso sino directamente negativo en sus efectos, es mejor que lo enfrentemos rápido. Los aspectos negativos propios pueden causar catástrofes en una relación, de modo que mi consejo es enfrentarlos directamente, y nada funciona tan rápido como el humor.
Quienes intentan vivir el experimento de una Relación Sagrada, lo hacen sin ayuda de mapas o de comprensión por parte de la cultura. Es, de hecho, la ruta menos transitada. Así que, de un viajero a otro, ofrezco este simple consejo práctico: la negación, el orgullo y la arrogancia pueden ser nuestros enemigos peores y más escurridizos. Pueden saltar en el momento más inesperado y cuando lo hacen, mi sugerencia es mirar hacia adentro profundamente. ¿Qué estás tratando de evitar y porqué?
Si hay un consejo que podría compartir con quienes vivimos en la Casa de las Relaciones, es buscar genuinamente comprenderse uno a otro sin proyectar nuestros deseos no asumidos sobre el otro. Y necesitamos celebrar las diferencias entre ambos. Después de todo, es nuestra característica única la que hace interesante la vida. Una relación que prospera no requiere que los dos hagan las mismas cosas, que vean o experimenten el mundo del mismo modo – siempre que haya aceptación, aprecio y respeto mutuos.
Finalmente, sepan que, de vez en cuando, el inodoro va a rebalsar. Lo que esto significa es simplemente que uno o los dos han tragado demasiado resentimiento (mierda) y ha llegado el momento de arreglarlo. Se entiende que es más fácil y menos sucio arreglar los resentimientos cuando son pequeños, pero si uno perdió la oportunidad de hacerlo y el inodoro ya no descarga como solía, es hora de actuar.
Se asombrarían de saber cuánta gente piensa que es señal de abandonar la Casa si hay problemas de cañerías o si las cosas se ponen emocionalmente difíciles. Para estas personas tengo tres pequeñas palabras: consíganse una vida. Asuman algo de responsabilidad. Sostengan una conversación con su pareja de corazón a corazón. Háganle saber lo que sucede, sin culpar, sin manipular y sin avergonzar.
Ahora bien: a veces puede ser su mejor opción irse de la Casa, poner pies en polvorosa y no volver nunca más. Si tu pareja te amenaza físicamente o si te abusa emocionalmente, harías bien en buscar la manera de salir huyendo. Algunas relaciones no merecen que se luche por sacarlas adelante. Algunas son tóxicas y deben abandonarse. Desgraciadamente, no tengo ninguna regla mágica que pueda indicar si tu Casa merece ser salvada o no. Sólo tú puedes decidir eso. Pero si tu pareja no quiere ni hablar sobre tus sentimientos respecto a la relación, e insiste en que todo está bien como está, cuando tú sabes en lo hondo de ti que no está bien, bueno, yo diría que es señal de que hay que hacer las valijas o, si no es posible irse, al menos encontrar formas de cuidarse, en sentido psicológico. En otras palabras, no dejes que una relación negativa socave tu propio sentido de ti mismo o tu autoestima.
Para los que elegimos quedarnos en la Casa de las Relaciones y encontrar el coraje y la gracia para permitir que cada uno de los dos sea quien realmente es, el resultado suele ser mágico. Los compañeros que han estado ocultos uno de otro por sus proyecciones psicológicas y sus resentimientos, de pronto descubren que se ven uno a otro claramente – a veces por primera vez.
Esas habitaciones de la Casa que estaban tan oscuras, de pronto se iluminan con la luz preciosa y duramente ganada de la conciencia de sí. Y las habitaciones cuyas ventanas daban a paredes de ladrillo, de repente se llenan de luz y sol, porque las paredes que nos separaban a uno del otro y del mundo simplemente se disuelven.
El Simbolismo Alquímico de Ánima y Ánimus
En algunas tradiciones alquímicas, especialmente las de Europa, el equilibrio entre Ánima y Ánimus se llama El Andrógino Sagrado y se representa por un hermafrodita – mitad hombre y mitad mujer. En algunas tradiciones esta figura se llama el Hermafrodita Sagrado, palabra que resulta de la unión de Hermes y Afrodita, rostros masculino y femenino de lo divino.
En la iconografía alquímica, la figura del Andrógino a menudo se presenta saliendo de un horno o de una hoguera, a veces con el sol y la luna sobre su cabeza. El fuego representa los fuegos alquímicos de la purificación requerida para lograr la piedra filosofal – un estado elevado de consciencia espiritual (al menos en las formas esotéricas de alquimia interior). En las formas exotéricas (o exteriores) de la alquimia, se creía que la piedra filosofal era un agente catalítico que podía convertir el plomo o los metales bajos en oro.
En la alquimia esotérica, el sol y la luna sobre el hermafrodita representan el equilibrio de los aspectos solar y lunar de la consciencia. Alquímicamente hablando, el sol representa lo masculino (ánimus) y el espíritu, en tanto la luna representa lo femenino (ánima) y la materia. La obra sagrada de la alquimia es equilibrar el sol y la luna para producir el Andrógino Sagrado o Hermafrodita, para obtener acceso a los reinos más altos de la percepción espiritual.
Esto está muy relacionado con la tarea de la psicología junguiana, aunque en la forma alquímica el contexto es espiritual. En la obra de Jung el contexto es psicológico – o tal vez psicoespiritual.
El uso del hermafrodita de la iconografía alquímica aparece también en otras tradiciones. Hay una forma de Shiva que es altamente andrógina. Shiva es el Señor de la Muerte, así como el Protector de los yogis, y en su forma andrógina está fundido con Shakti (el poder femenino del cosmos).
En su forma de Ardhanarishwara, Shiva es un hermafrodita, tanto macho como hembra, y se lo representa con genitales de ambos sexos. Este simbolismo inusual nos habla de uno de los secretos alquímicos más profundos del yoga tántrico – el gran poder espiritual que se gana cuando el masculino y el femenino interiores se conjuntan en equilibrio.
Este equilibrio de las propias energías internas es por cierto la tarea de algunos tipos de yoga. De acuerdo a la anatomía yóguica, tenemos tres canales sutiles que corren por nuestra columna vertebral hasta la parte superior de la cabeza. El canal central se llama sushumna y es el camino de Kundalini Shakti (que se representa como una serpiente enroscada de energía de vida y es de naturaleza femenina). Cuando ella se eleva por la columna, entra en la cabeza y se une con Shiva produciendo la iluminación o liberación.
A cada lado del sushumna hay dos canales. Uno se asocia con el sol interno (o el aspecto masculino de la consciencia), en tanto el otro se asocia con la luna interna (o aspecto femenino de la consciencia). El canal solar se llama pingala y el camino lunar se llama ida. Cuando las energías de ida y pingala están en equilibrio, el yogui puede captar una visión del Ser trascendente siempre presente.
El tema de equilibrar los aspectos masculino y femenino de la consciencia también aparece en el Budismo Tibetano, en la forma de Kalachakra, que describe la unión de deidades masculinas y femeninas en el acto de éxtasis sexual y espiritual. Desde el punto de vista del Kalachakra, este punto de equilibrio de masculino y femenino es la raíz de toda la existencia y de toda creación, ya sea humana como sobrehumana.
Si pasamos nuestra atención de las tradiciones orientales a la judeo cristiana, vemos el tema del Hermafrodita Sagrado que se repite en una ubicación sumamente insólita.
El Evangelio de Tomás es un manuscrito que estuvo perdido hasta la mitad del siglo veinte, cuando se lo descubrió en Egipto formando parte de lo que después se llamaron textos de Nag Hammadi.
En este Evangelio se cita a Jesús diciendo algo que tiene sorprendente parecido con el Sagrado Andrógino de la alquimia clásica y también con la forma Ardhanarishwara del Señor Shiva.
“Cuando consigas que los dos se vuelvan uno, cuando hagas lo interior como lo exterior y lo exterior como lo interior, y lo de arriba sea como lo de abajo, y cuando hagas que la hembra sea una y lo mismo, de modo que ni el macho sea macho ni la hembra sea hembra, … entonces entrarás (en el reino)”
No creo que este pasaje tenga nada que ver con la androginia física sino más bien que el reino es un estado mental de consciencia despierta que se obtiene cuando uno logra equilibrar los aspectos internos masculino y femenino de la consciencia.
El autor de este artículo en el 2006 Tom Kenyon es músico, psicoterapeuta y docente es un investigador acerca de la música en la psiquis a través del mundo medico, de la psicoterapia y de la ciencia, trabajando con lo energético y los sonidos.
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