Sabemos que esta medida biopolítica y sus consecuencias sociales, psicológicas y económicas para la mayoría de los seres humanos no van tener buenas perspectivas. Se ha denominado a esta cuarentena como un aislamiento social, preventivo y obligatorio en la mayor parte del planeta. Sin entrar en detalles de donde ni como es el origen de esta pandemia o guerra biológico económica provocada por determinados intereses. En este escrito solamente voy a realizar un diálogo con el lector de algunas consecuencias del aquí y ahora en el Yo psíquico de este estado de confinamiento y algunas de las opciones psicoterapéuticas.
Voy a usar como metáfora de la actualidad, el comic “El Eternauta” de Héctor Oesterheld y Solano López publicada por primera vez en 1957 en Argentina. El personaje Juan Salvo en un momento expresa “sentí un terror totalmente nuevo, un terror indecible, profundísimo, como que no era un simple terror de hombre, era el terror animal de mi especie, la especie humana”. Este terror provocará el miedo y este miedo creará algo traumático en todos sin excepciones en mayor o menor medida según nuestra capacidad de resiliencia. Para quienes no conozcan el concepto de resiliencia fue creado por Boris Cyrulnik y es la capacidad de una persona de sobreponerse a determinadas condiciones traumáticas.
Este sistema dominante ha decidido aislarnos unos de otros y restringir la libertad de circulación de los cuerpos. Creando un miedo al contacto corporal. En la gran mayoría del mundo se han restringido las libertades individuales. Quizás esto sea el principio de la gran vigilancia masiva a través del Big Data o el panóptico de un gran estudioso de la libertad, el poder y las estructuras sociales Michael Foucault, quién en los años 80 del siglo pasado, no se imaginaba que esto este sucediendo en el planeta. Detrás del gran avance evolutivo en esta era de la tecnología, está un cierto desprecio por el ser único e irrepetible que somos. Cada uno de nosotros es un número más con una cierta funcionalidad en este sistema donde solamente los que poseen cierto poder político, social y económico o sea cierta utilidad para el “establishment” son importantes, aunque el virus no haga distinciones de clase ni de poder. “Cada uno de nosotros es miembro de esta especie humana y debe estar aislado para no contagiarse, ni contagiar a otros”. Este es el mensaje en algunos países como España y en otros, como Reino Unido o Brasil desarrollando la teoría darwiniana del poder de supervivencia de los organismos más fuertes.
Este encierro forzado es una vuelta a la introspección, un retorno a mirar hacia nuestro interior más que hacia fuera y una oportunidad única de transformarnos a nosotros mismos y a lo social como no se ha dado en los últimos 50 años desde el mayo del 68 del siglo pasado. Este viaje hacia el interior si podemos aprovecharlo a nuestro favor y podemos adquirir el conocimiento del carácter esquizoide cuya mayor virtud es el conocimiento, la sensibilidad y la sabiduría. Este carácter puede llegar a tener todas las patologías a las cuales nos está llevando esta sociedad del control. entre ellas el aislamiento social, el desamor por lo vivo. Este tipo de estructura de la persona es un carácter bastante menos empático con el otro, en comparación con los demás caracteres. A través del miedo o del terror a los otros seres se aleja de las personas y decide mirar su propio interior, y solamente observar al exterior lo que le resulta interesante. Es un terror corporizado o incorporado que crea contracción y rigidez en el cuerpo, donde a partir de aquí el ser humano con angustia crónica sea más susceptible de manipular y controlar. Una angustia que no solamente está fuera sino también dentro. Y lo más importante no establece contacto con lo otro, con los otros cuerpos, ya que su ego le impide mirar más allá de sí mismo.
A nivel corporal es el clima perfecto para el sistema nervioso simpático donde el stress, la ansiedad y los síntomas psicosomáticos están al alcance de nuestra mano. Las distancias, los límites y separaciones con los demás humanos en esta cuarentena es todavía muy cercana para contagiarnos el virus. Un virus que para Wilhelm Reich sería nuestra “plaga emocional” por sus consecuencias a nivel neurológico. Esta plaga crea terror del contacto, pero detrás hay un deseo interno de establecer ese contacto otra vez. Algo así como el doble mensaje esquizofrénico de Gregory Bateson. Es como no soportar el contacto con la madre y desear aun así a nivel inconsciente volver al útero materno. Y ya sabemos que es imposible volver atrás en el tiempo (por ahora), salvo a través de nuestros recuerdos subjetivos. El carácter esquizoide de la psicoterapia corporal reichiana está dominado por la avaricia de la acumulación de conocimiento, ya que el conocimiento es poder existir. Un poder muy manifestado donde para vivir esta cuarentena, en la sociedad actual lo patológico desarrolla en algunas personas la acumulación de comida, papel higiénico y la compra de manera compulsiva a través de lo virtual. Dejando de lado, la posibilidad de sentir o pensar las necesidades de empatía social, la otredad, como lo denomina Byung Chul Han. La rigidez del mensaje dado por los poderes fácticos es que no solamente el virus es nuestro enemigo “para combatir” como se escucha en medios sino también al otro con sus emociones, pensamientos y corporalidad. Para esta patología introyectada, hay una necesidad el desconfiar y controlar al otro. Y todo el conocimiento, desconocimiento y objetos de consumo acumulados alejan a esta persona de lo más profundo: su corazón. Por ende, se deja de lado la invitación a sentir compasivamente y empáticamente al otro de verdad. La patología de la frialdad, del desamor a uno mismo y a los otros crea límites y distancia corporal. que socialmente está éticamente y obligatoriamente establecido como una norma, fomentando este estado de enfermedad y paranoia social.
El terror del contagio genera que nos separemos del otro, y solo podamos establecer contacto a través de lo visual como observadores de ese otro, sin ni siquiera hablarle y observándolo con desconfianza. Solo podemos hablar con quienes viven con nosotros o a través de medios tecnológicos. Animales aislados y controlados en un zoo que es el planeta y con un poder superior que vigila todos nuestros movimientos a través del microchip que es nuestro teléfono móvil, un anexo más de nuestro cyborg. Eso que somos ahora, mitad humanos mitad tecnología. Y tengamos en cuenta que nuestro cuerpo es el límite con el otro y con lo otro. Es el límite entre lo público y lo privado.
Esta crisis es una oportunidad de romper esto internamente, de rebelarnos contra lo que el sistema nos quiere imponer con ese juego de información y desinformación. En esta realidad donde todo parece un juego alienante, un mensaje esquizofrénico para que solamente lo soporten determinadas estructuras de personalidad. El personaje Juan Salvo de “El Eternauta” nos dice “ahora no es tiempo de odiar, sino de luchar”. Y esta lucha no es únicamente con lo exterior sino con uno mismo. Quizás es la opción de ejercer nuestro poder del verdadero YO, no el falso Yo que nos determina lo cotidiano. Es la oportunidad de romper la pasión de la envidia organizada de determinados países como España con su polaridad heredada desde la época franquista, de denunciar a una persona al sistema de vigilancia porque está caminando, haciendo ejercicio y respirando. Y otros como Reino Unido o Brasil desarrollando la teoría darwiniana del poder de supervivencia de los organismos más fuertes. En ambos casos dejando de lado la capacidad de conexión de rizoma (Deleuze) en la cual somos todos partes de lo mismo, de la misma consciencia. Con lo cual es la posibilidad de desarrollar la cooperación, los vínculos y la solidaridad, y el amor y respeto al planeta donde vivimos, en esa raíz rizomática que está en constante conexión. Oesterheld nos plantea en “El Eternauta”: “el único héroe válido es el héroe “EN GRUPO”, nunca el héroe individual, el héroe sólo”
En la antigua mitología griega, Dionisos es el dios griego del vino, la fiesta y la alegría y Apolo es el dios del orden, de la razón, del control. Estos dioses están en una especie de armonía y equilibrio en la sociedad griega según Friedrich Nietzsche, es el yin y el yang del Taoísmo, y es síntoma de salud física y psíquica. El desarrollo de Dionisos, esa parte infantil socialmente reprimida en este tiempo de pandemia, que es el asombro, el deseo, el contacto con nuestro cuerpo, con nuestra pasión dominante. Al mismo tiempo, dejando que Apolo el orden, la disciplina, el perfeccionismo, establezcan una serenidad meditativa para poder sostenernos en este presente continuo. Aunque estamos acostumbrados a que lo gobernado por lo apolíneo, la lógica, lo científico y la razón es lo aparente. Y sean unas grandes ficciones que se han creado para sostener nuestras carencias emocionales. Y hacer desaparecer esa parte dionisíaca pasional, sexual y “disruptiva” que ocultamos y se reprime en lo inconsciente. Lo dionisíaco es sentir al otro como parte de nuestra especie como lo hacen los niños y lo apolíneo es observar con atención todo lo que nos están obligando a que suceda tanto dentro de nuestro cuerpo como fuera de nosotros mismos.
Nietzsche también nos decía que hay una moral de señores y otra de rebaño, y no tenía nada que ver con las clases sociales. La moral de esclavos es la base de lo apolíneo y la moral de señores es la capacidad de vivir la vida o sea lo dionisíaco. Esta metáfora es que la moral de rebaño es la moral del miedo, de la influencia de “la doctrina del shock” de Naomi Klein, de la “plaga emocional” reichiana, del impulso de muerte de Freud, del dios Apolo, de las contracciones corporales cronificadas en cuerpos neurotizados a través de la historia familiar y lo social. Y es tan débil esta estructura del ser humano que no necesita nada para ser dócil, descartable y domesticado por lo que nos establecen (nuestros padres, nuestro padre estado, las corporaciones). En cambio, la moral de señores es la moral del niño que las traducciones le llaman el superhombre, este niño que se permite sonreír y sentir el placer y el AMOR. Que conoce nuestra interrelación, que todos somos un rizoma (Deleuze) y que tenemos alegría de vivir, capacidad de juego, de poder contactar los cuerpos a través del sexo o de un abrazo de amor para poder desarrollarnos en libertad, y continuar evolucionando como especie. Por eso este retiro obligado, aunque genere angustia es una oportunidad increíble de conocer nuestro niño interior en libertad y desarrollar no solamente lo que nos “im-presion-a” (hace presión hacia dentro o crea hacia el interior) desde fuera como puede ser el estudiar, leer, ver películas o series, escuchar música, visitar museos on line, y todo lo posible que es muy variable en esta era tecnológica. Sino también, voy a inventar una palabra, para “ex–presion-ar” (hace presión hacia fuera o crea hacia el otro) que es poder darle juego a nuestra creatividad y permitirnos jugar a todo aquello que habíamos deseado y la sociedad vertiginosa del consumo no nos daba el permiso paterno para poder hacerlo. Este jugar puede ser meditar, escribir, pintar, hacer ejercicio, estirarnos, observar nuestros sueños, bailar, tocar música y todo lo que salga de nuestro deseo o nuestro interior. Ya que es parte del Amor hacia nosotros mismos, algo olvidado en estos tiempos. En este espacio del presente el crear algo nuestro hacia el exterior es una posibilidad y si somos capaces de superar ansiedades, miedos y la angustia de estar con nosotros mismos, y dentro de ese auto-conocernos desarrollar lo dionisíaco en equilibrio con lo apolíneo en nosotros. Algo que solamente se lograría internado durante un cierto tiempo en algún marco religioso de cualquier tipo como los monjes de clausura católicos o monasterios budistas o alguna maratón de psicoterapia intensiva o con algún chamán en el desierto. Es un retiro obligado espiritual de connotaciones muy especiales para profundizar en lo que decía Sócrates “una vida sin examen no merece la pena ser vivida”. Donde podemos contactar con esa fuerza interior que es nuestro DESEO, no el deseo de nuestros padres, lo social o algo que nos dicte un ser o entidad exterior. Sino el contacto con nuestro YO profundo, nuestra energía orgónica o nuestra esencia. Esto será parte de nuestra creatividad y expresión como seres únicos e irrepetibles.
Gerardo Provenzano Bonilla
Abril/2020
Descargar comic «El Eternauta» –
http://howtoarsenio.blogspot.com/2010/12/el-eternauta.html
Leave A Comment