El diálogo con Luis Chiozza es fecundo porque a sus 91 años y luego de haber atravesado una infección de Covid-19 no ha perdido su curiosidad y se mantiene completamente actualizado acerca de los temas médicos y sociales. Continúa auscultando una sociedad que la crisis por la pandemia de coronavirus ha tornado mundial. Porque muchos de los temores, angustias, desasosiegos que padecen gran parte de los argentinos se replican en igual sentido en Italia, Alemania, Estados Unidos o China, por citar algunos países.

Por ello, los dos tomos publicados por Libros del Zorzal, del mayor especialista en enfermedades psicosomáticas del país, «La peste en la colmena» y «Lo que nos hace la vida que hacemos», representan dos trabajos que pueden leerse de manera continua al presentar reflexiones acerca de los cambios producidos durante esta “nueva normalidad”.

– La aparición de este cisne negro que ha sido la pandemia, hecho singular que sólo había sido previsto por algunos virólogos y por autores narrativos de ciencia ficción, se ha convertido en una realidad global que, con las nuevas noticias que llegan de Europa con respecto a una cuarta ola de contagios, parece no tener un fin cercano. ¿Cómo observa el desarrollo de esta crisis sanitaria que ha puesto a las relaciones humanas patas para arriba?

La verdad es que no sabemos si estamos en una evolución, por la mitad o saliendo de la pandemia. Al principio, en todo el mundo, lo importante era no contagiarse pero, lo que hay que decir es que, primero, no hay una sola forma de morir. Uno se muere de muchas cosas y tratar de vivir para preservar la vida es morirse en vida. Al principio, durante la primera ola, la gente no iba ni a continuar un tratamiento médico necesario por alguna enfermedad grave. Al mismo tiempo, se perdió la alegría de vivir. Mire, en el psicoanálisis descubrimos que la gripe y la neumonía, enfermedades infecto contagiosas, expresan, simbólicamente, una desolación que reproduce la primera semana de vida prenatal donde el chico sale del ambiente confortable del útero y se encuentra con un mundo10 grados más frío, como mínimo. Además, se halla con que el cuerpo le pesa, que tiene que respirar con sus propios pulmones porque no recibe el oxígeno de la sangre materna, tiene que esforzarse para alimentarse, son todos síntomas que se encuentran en el transcurso de una infección por gripe. Estudiamos esto y entendimos que en la gripe se estaban reviviendo los síntomas de una situación depresiva de la primera semana de vida. Y, cada vez que uno se enferma de gripe, está expresando una particular depresión de esas características que, se podría describir de mejor manera, como una etapa de desolación. De la misma manera, estudiando a los enfermos respiratorios vimos que el intercambio del aire tenía que ver con la relación social y que tenía que ver, por ejemplo, con sentirse desairado. Una sensación relacionada con el simple hecho que el intercambio mayor entre los individuos es respirar una misma atmósfera. Vimos como la neumonía expresaba, de manera simbólica y específica, una sensación de desmoralización en el sentido de desánimo. El coronavirus comenzó produciendo los síntomas de gripe y neumonía. Y, al mismo tiempo, las medidas para evitar contagios generaron más desolación, más desanimo, menos ganas de vivir o sea que es un círculo vicioso.

– Precisamente la política establecida por las administraciones gubernamentales parecen todas haber ido en un mismo y extraño sentido que la gente acató, en mayor o en menor medida pero respetó con cierta naturalidad, el hecho de encerrar a la gente sana para que no se contagie.

Bueno, ese es un punto principal e interesantísimo para analizar porque, además, vuelve a surgir en Austria. Es la primera vez y si no lo es, es como si lo fuera porque no hay muchas noticias de esta conducta en la historia de la medicina y las sociedades. Internar a los sanos, hacer la cuarentena con los sanos es raro. Siempre se hizo cuarentenas con los enfermos y su entorno. En ese sentido, es como si frente a una ola de inseguridad en una particular ciudad, se enviara a la cárcel a todas las personas honestas para preservarlas. Es una cuestión muy curiosa y prefiero despegarla de las críticas a los funcionarios argentinos porque es una tendencia mundial. Este es un fenómeno de la civilización entera. No se ve muy bien cómo va a evolucionar pero la gente ha comenzado a mostrar hartazgo. Hay cuatro destinos individuales posibles con el coronavirus, contagiarse y no enfermarse, contagiarse y enfermarse levemente, contagiarse y enfermarse gravemente y contagiarse y morirse. Estos cuatro destinos vienen con un mismo germen, que es un virus, o sea, no es una sustancia viva. La vida es movimiento y es movimiento intencional no mecánico, como el movimiento de un reloj de agujas. El virus no tiene intenciones, no me puede atacar, es algo que yo me lo agarro no es que el virus me agarra a mí. Y, para que eso ocurra, depende del sistema inmunitario de cada persona. El sistema inmunitario tiene muchísima relación con el estado de ánimo. Es un hecho descubierto por los oncólogos no sólo trabajado por los psicoanalistas. Muchos cánceres se inician con lo que pasa en el sistema inmunitario y lo que ocurre allí está íntimamente relacionado con los estados de ánimo, por ejemplo, si uno está atravesando un duelo muy dificultoso o penoso es muy probable que el sistema inmunitario decaiga. Entonces, se va armando un rompecabezas complejo que tiene un efecto mariposa. Un hecho que ocurre en una determinada situación posee un efecto posterior que cambia al organismo.

– Usted ha analizado el impacto de la capacidad tecnológica y su relación con las motivaciones inconscientes de nuestro tiempo en La peste en la Colmena, ¿ cómo observa la información que vuelcan los medios de comunicación acerca de esta pandemia?

Sorprende el recorte de la realidad. Usted prende el televisor y tiene tres temas el dólar, las cuestiones políticas y cuantos murieron por Covid-19. ¿Es casual esta contemplación parcial de la realidad? En Argentina tenemos muchas infecciones endémicas que están presentes en nuestra sociedad. El Chagas o el dengue son dos ejemplos posibles y nadie lleva un conteo televisivo de cuantos mueren por esas infecciones. Con respecto a las vacunas hay mucha confusión, hay contradicciones. Piden vacunas para entrar a un restaurant y hay gente vacunada con dos dosis y esta grave en Europa. Son temas muy complejos. Donde la ciencia no se pone de acuerdo. Hay vacunas que sirven para alguna franja etaria y para otras no. También, hay poca experiencia del ciclo inmunitario con respecto a la efectividad de las vacunas que se está midiendo ahora, en tiempo real. La mejor inmunidad es la natural. Yo, por ejemplo, me enfermé de Covid-19 y con 91 años no me considero una persona de riesgo. Porque mi verdadero riesgo es estropearme los últimos años de mi vida. Imagínese que haría yo internado sin entrar en contacto con mi familia. Al enfermarme hice una cuarentena estricta en mi casa, con mi entorno familiar, en cuartos separados y por suerte ninguno de ellos se contagió y yo pude superar la enfermedad. No estoy vacunado porque tengo inmunidad natural aunque me voy a vacunar para visitar a mi familia en Italia. Igualmente, pienso que, así como la vacuna no me va a salvar la vida tampoco pienso que me va a matar. Por otra parte, las vacunas están hechas con distintas tecnologías y se nombran fármacos diferentes de la misma manera generando mayor confusión en vez de certezas. En fin, es un asunto complejísimo y llama la atención con cuanta seguridad se habla públicamente de cosas que no se saben.

– Y las autoridades que parecen haber confundido sus funciones con cierta vertiente autoritaria que se manifiesta en estados controladores.

El que solo de medicina sabe ni medicina sabe. Y termina opinando de temas que no son cosas de su especialidad. Estamos en una realidad compleja, las realidades lineales funcionan bastante bien. Si usted tiene una hemorragia y está perdiendo sangre de la arteria femoral si yo no actúo suturándole la herida en 20 minutos usted se muere. Allí, la medicina es eficaz, porque hay una causa magna que produce un efecto conocido pero las realidades complejas son muy distintas y son las que se ejemplifican con el efecto mariposa, mueve el ala una mariposa en Pekín o en Wuhan y se produce una inundación en Florida, EE.UU. Es una causa que produce un efecto impredecible. En esos casos, la medicina fracasa y tiene un nombre esta cuestión. Se denomina iatrogenia.

– ¿Qué significa este término?

Es el daño ocasionado por el profesional de la salud a pacientes, familias u otras personas, de manera no intencional, que puede provocar desde un ligero malestar emocional hasta la propia muerte. O sea, aún, utilizando procedimiento correctos y de hecho, la medicina mata. La iatrogenia está entre las primeras causas de muerte. Y, esto que sucede en las ciencias médicas se replica en el intervencionismo de las realidades complejas sociales. Son realidades complejas fenómenos de la economía, de la sociedad y de la política. Donde existen, en ocasiones, realidades lineales, al igual que en la medicina, pero existe un 70% de realidades complejas que cuando las autoridades intervienen pueden llegar a hacer más daño que mejorar aquello que pretendían mejorar de buena fe. Se empeora cuando se interviene para mejorar, es una paradoja que suele suceder con las realidades complejas como las sociales.

– Por ello, esta complejidad se manifiesta en el concepto suyo que anoté de “La peste en la colmena”, sólo se puede ser siendo con otros…

Si, Maurice Maeterlinck, dramaturgo y ensayista belga, escribe que, cuando una abeja sale de la colmena, “se sumerge un instante en el espacio lleno de flores, como el nadador en el océano lleno de perlas; pero, bajo pena de muerte, es menester que a intervalos regulares vuelva a respirar la multitud, lo mismo que el nadador sale a respirar el aire. Aislada, provista de víveres abundantes, y en la temperatura más favorable, expira al cabo de pocos días, no de hambre ni de frío, sino de soledad”. Las ideas, las emociones, y los acontecimientos que recibimos, vivimos y transmitimos, parecen provenir de las personas que nos rodean, pero en realidad las “atraviesan”, como atraviesan el televisor, las ondas que le llegan “desde el aire”. “Se quedan” con nosotros, conformando la manera de ser que habitualmente somos, sólo aquellas que “sintonizamos”, y que se convierten en las que más nos importan. Lo que considero mi alma, que percibe, piensa, siente, quiere y hace, es sólo un reflejo consciente y parcial de esa vida completa que se desarrolla en el imprescindible contacto de mí convivir con otros. Formamos parte de una amplia red multifocal de elementos relacionados que se “copian”, se repiten o se reflejan, recíprocamente, desde distintos ángulos.
Una red que funciona porque está “encendida”, y algunas de sus partes están “sintonizadas”. Dentro de ella es posible reconocer las estructuras y los ámbitos parciales que llamamos familia, escuela, trabajo, pueblo, nación y sociedad o, también, el equilibrio del ecosistema de la vida en el planeta. Sólo se puede ser siendo con otros. Una persona interesada se vuelve interesante. El origen latino de nuestro castellano “interés” es inter-essere. Por eso puede decirse que cuando alguien tiene un porqué para vivir soporta casi cualquier cómo. Y que la vida de uno mismo es demasiado poco, como para que uno le dedique, por completo, su vida. Las palabras de Maeterlinck, nos señalan el peligro al que nos exponemos con la disminución de los contactos interpersonales y con el aislamiento social, empobreciendo nuestro interés con una privación muy dura.

Por ANTONIO D’ERAMO / Noticias Argentinas
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